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¿QUIÉN MATÓ A ABDULLAH?

El féretro de Abdullah en en su entierro
El féretro de Abdullah en en su entierro

Un entierro en Kenia. Ha muerto Abdullah, un niño de dos años. Preparan su cuerpo en la morgue de Kisumu y posteriormente lo transportan en una pickup hasta el lugar del entierro.  

Jordi Rovira (kisumu). Kenia.

Los vehículos que integran la comitiva fúnebre decoran con un lazo rojo los retrovisores, para obtener la condescendencia de la policía y evitar el pago engorroso de sobornos en alguno de los controles rutinarios de carretera. El cuerpo de Abdullah se entierra en el terreno familiar en Asembo, una localidad en la mismísima orilla del Lago Victoria.  

La muerte inesperada de un niño es algo bastante habitual en Kenia, un país con un porcentaje de mortalidad infantil elevado. La serenidad de los asistentes al evento sorprendería a la mentalidad europea, mucho menos acostumbrada a este tipo de dramas.  

En este caso, la actitud general del personal contrasta con los chascarrillos que corren entre el núcleo íntimo de la familia del muerto. La autopsia al fallecido desveló que Abdullah murió brutalmente asesinado. Aunque hay rabia e impotencia, no pueden hacerla pública, porque la policía ha pedido que mantengan en secreto la verdadera causa de la muerte, para no poner en alerta al asesino y evitar su fuga. De hecho, los investigadores creen que el autor del crimen podría ser alguien cercano a la familia e incluso que se encontrara entre los asistentes al entierro.

En Asembo, una localidad a escasos kilómetros de la línea del ecuador, el sol martillea a los pescadores desde bien pronto por la mañana. Por la noche se duerme bien, pues el lago se encuentra a unos 900 metros de altura respecto al nivel del mar y las noches son frescas. Cuando se apaga el sol, hay que andar con cuidado, pues los hipopótamos abandonan el Lago y salen a pastar. A veces se comen los cultivos de los vecinos, pero es ilegal cazarlos. Como compensación, de vez en cuando aparecen representantes de la kenya Wildlife, el departamento gubernamental que se encarga de la protección del patrimonio natural y matan a algún ejemplar. Son ocasiones de fiesta, dónde los vecinos se reúnen para compartir la carne del animal. Comen juntos y se cuentan historias. No es un núcleo urbano, ni siquiera llega a pueblo. Apenas cuatro o cinco familias se reparten un territorio seco, desangelado y poco productivo. Las casas, de barro y tejado de chapa, no tienen electricidad ni agua corriente. Prácticamente aislados y sin esperanza de que el Gobierno invierta para hacerles llegar la luz, cada casa tiene un pequeño panel solar, que da luz a un par de bombillas y permite recargar las baterías de los móviles analógicos. No da para más.

La familia de Abdullah tiene un par de conflictos serios abiertos. Estos litigios centran las pesquisas de la policía.

Los vecinos, pobres de solemnidad, hace tiempo que venden la arena de su terreno. Excavan, descompactan la tierra y la venden a empresas constructoras, que se la llevan en camiones. Han excavado tanto que los alrededores parecen una zona de guerra, con pequeños precipicios y taludes de más de 4 metros de altura por doquier. El padre de Abdullah mantuvo una discusión acalorada con los vecinos la misma semana del asesinato de su hijo. Las excavaciones y perforaciones del terreno han llegado cerca de su parcela y los taludes ponen en riesgo los cimientos de su propia casa, que podría volcar ante la llegada de las lluvias. Los vecinos, por su parte, desconfían del padre de Abdullah, que si se queja a la autoridades, podría poner en peligro su única fuente de sustento.

La tradición, muy importante en África, es a veces una de las causas que obstaculiza el progreso de este continente.  El segundo conflicto que mantiene la familia de Abdullah es con miembros de su propio círculo familiar.  El bisabuelo del niño era polígamo y tuvo hijos con cuatro esposas diferentes. La transmisión de los bienes patrimoniales no se hace por escrito en testamentos ante notario, sino que todo se lega mediante unas normas y supuestos derechos tradicionales que, a la larga, son fuente de innumerables conflictos.  Hay una parte de la familia lejana que le reclama al padre de Abdullah el terreno dónde viven.

La falta de educación y la desconfianza en la capacidad de la Administración para arbitrar sobre litigios cotidianos hace que a veces los africanos decidan arreglar sus conflictos a la brava. Es cuando este continente se muestra más bestia. Y hasta dan ganas de escapar de él.  Muchas veces las turbas enfurecidas meten a los ladrones dentro de una columna apilada de neumáticos, los bañan en gasolina y les prenden fuego. Hay otros muchos ejemplos, esta misma semana en la isla de Lamu, hubo seis asesinatos, quema de casas, y dos secuestros que inicialmente las autoridades adjudicaron a Al Shabaab, un grupo terrorista de origen somalí. Pasados los días las investigaciones apuntan a que estos crímenes podrían estar motivados, en cambio, por algún tipo de conflicto por la propiedad de tierras. Ante tales sospechas, el Coordinador Regional John Elungata pedía a través de la prensa local algo que podría sorprender por obvio: “Si alguien está en tu tierra y hay un problema, no mates y sigue el procedimiento adecuado”.

Sorprende la actitud del padre de Abdullah y también la de sus hermanos y familia más cercana. Ante esta desgracia, han optado por darle tiempo a la policía para que resuelva el crimen. 

Notas sobre el autor y sobre este artículo.

El autor ha cambiado los nombres de los implicados y también el de la localización de los acontecimientos. Pero los hechos, el entorno y las descripciones de los acontecimientos son reales.

Jordi Rovira es periodista y guía en África desde hace más de 15 años. Diseña y guía viajes para Dinka Travel Si te interesa saber más, visita la web de Dinka Travel o contacta por email a jordi@dinkatravel.com o a través de jordi@sobreafrica.com

Jordi Rovira

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